Las energías renovables han llegado para quedarse y han supuesto una revolución dentro de los planes estratégicos de las grandes multienergéticas que, a toda prisa, modifican sus planes para cumplir con los objetivos marcados en el Programa de Acción en materia de Medioambiente para 2050 que dirige la Comisión Europea.

Y es que el futuro del planeta que habitamos depende de la manera en la que produzcamos energía y para ello, el empleo de fuentes limpias, inagotables y competitivas supone todo un reto para las empresas y consumidores. A diferencia de los combustibles fósiles, este tipo de energías no producen gases de tipo invernadero, responsables en gran parte del cambio climático que ya padece el planeta, ni emisiones contaminantes. Además, a diferencia de las fuentes tradicionales de energía los costes de las renovables evolucionan de forma sostenida y, al contrario que los combustibles fósiles, no son volátiles.

Según la la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la participación de las energías renovables en el suministro eléctrico global pasará del 26% en 2018 al 44% en 2040, y proporcionarán dos tercios del incremento de demanda eléctrica en ese período, teniendo especialmente en cuenta a la energía eólica y fotovoltaica.

De hecho, Europa y especialmente España, corren contra el reloj en materia energética ya que el año 2030 supone un punto de inflexión para las principales potencias económicas europeas. Por ejemplo, el Ministerio de Transición Ecológica, a través del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) (2021-2030), prevé un crecimiento significativo de la penetración de las energías renovables en nuestro país, llegando en 2030 al 74% en el ámbito eléctrico y al 42% sobre el uso final. España tanto por territorio como por clima, puede ser la gran potencia europea de electricidad generada por energías renovables.

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