Estamos inmersos en una transición energética que sin duda marcará el futuro de nuestra economía y el futuro de nuestra civilización, la lucha contra las emisiones contaminantes se ha convertido en la prioridad y para ello se toman medidas que tratan de evitar la catástrofe que puede llegar. La movilidad es uno de los puntos críticos por las emisiones de CO2 de los vehículos de combustión y por lo tanto una de las prioridades.

Sin embargo, tengo la sensación de que asistimos como espectadores de una obra con un guion incierto y cuyo desenlace no augura un final feliz.

Los gobiernos de todo el mundo se reúnen periódicamente para tomar medidas, que en la mayoría de los casos no cumplen, y en especial Europa ha decidido capitanear esa lucha medioambiental que sin duda es necesaria. Para ello se han tomado en nuestro entorno económico medidas muy duras encaminadas a rebajar de forma drástica, un 55% para el 2030 y de manera definitiva, el 100% en 2050, las emisiones de CO2 derivadas de la movilidad.

¿Qué ha hecho Europa para conseguir estos objetivos?

Sencillo, apostar por la movilidad eléctrica y no dar cancha, en la práctica, a otras tecnologías que pueden aportar mucho para conseguir los objetivos deseados. Es decir, apartarse de la neutralidad tecnológica que tan escrupulosamente se prometió.

Viene esto a cuento por el desarrollo de los ecocombustibles. Los ecocombustibles son combustibles líquidos bajos en carbono que provienen de materias primas alternativas al petróleo, como residuos forestales o agrícolas o CO2 capturado.

Básicamente podemos establecer tres grandes grupos de ecocombustibles:

  • • Combustibles sintéticos. Se producen a través de CO2 capturado e hidrógeno verde. Son los llamados e-fuels.
  • Biocombustibles. Se producen a partir de residuos biológicos, fundamentalmente provienen de la agricultura y la ganadería y otros residuos como aceites usados.
  • • Otros combustibles líquidos producidos a partir de residuos no bilógicos, como los plásticos.

Algunos de estos combustibles no son ciencia ficción, en la actualidad cuando repostamos nuestro vehículo ya metemos casi un 10% del total en nuestro depósito. Pero para llegar a desarrollar toda esta tecnología hace falta mucha inversión, entre 30 y 40.000 millones de € sólo en los próximos 10 años en Europa y si la normativa europea no contempla las mismas ayudas que para el desarrollo de la electrificación no será posible realizarlo.

No me parece que el vehículo eléctrico sea una mala solución, pero de lo que estoy seguro es de que no es la única solución. Hay sectores de la movilidad a los que es imposible que se aplique en la actualidad, como la aviación, el transporte marítimo o incluso el transporte por carretera de gran tonelaje, pero tampoco es la solución idónea para zonas de difícil electrificación, como zonas rurales y de baja población.

Los ecocombustibles son una solución factible hoy por varios motivos:

  • • Su uso supondría una reducción de emisiones de aquí al 2035 equivalente a la puesta en el mercado de 50 millones de vehículos eléctricos, casi el doble del parque automovilístico español.
  • • Se pueden utilizar en los vehículos actuales sin ninguna modificación y se puede utilizar toda la red logística de estaciones de servicio existente.
  • • Permitiría la participación en la transición energética de todos, hoy en día el vehículo eléctrico sólo está al alcance de las economías familiares privilegiadas y además el cambio de un coche antiguo por uno nuevo de combustión no recibe ningún tipo de ayudas y el mensaje que se le mande al ciudadano es el de la prohibición de este tipo de motores, lo que redunda en que cada vez sea mayor la antigüedad de nuestro parque automovilístico.
  • • Además, potenciaría la industria y la economía de zonas rurales por el uso de recursos agrícolas y ganaderos y en general beneficiaría a la economía circular que es la base de la sostenibilidad económica futura así como reduciría la dependencia energética del exterior.

Para conseguir los objetivos deseados es necesario hacer uso de todas las tecnologías disponibles y no intentar hacerlas incompatibles, el futuro está en juego y la sostenibilidad ambiental de nuestra economía es imprescindible, pero no olvidemos que la transición ha de ser factible, inclusiva y justa para no dejar a nadie atrás.

Finalmente una reflexión, el balance final cero, que perseguimos para el año 2050, consiste en que se retiren tantos gases de efecto invernadero de la atmósfera como se liberan y con los ecocombustibles se puede lograr.

Un artículo de Víctor García Nebreda, secretario general de AEESCAM